‘Marcha del hambre’: 54 años de una hazaña de maestros del Magdalena

Isbelia Quinto de Fernández lee la Marcha del Hambre, del fallecido Rafael Hernández, a su nieto Carlos Andrés Arias Fernández.

La protesta social partió con 800 docentes desde Santa Marta a Bogotá y culminó en una audiencia con el entonces presidente Carlos Lleras Restrepo.

Para quienes hoy se escandalizan por las posiciones férreas de Fecode en la reivindicación de derechos laborales y reclamos por una educación de mejor calidad, hay que recordarles que estas exigencias no son nuevas y que los problemas son de siempre.

Hace 54 años, con la consigna “Por Colombia, por la educación… ¡hasta la muerte!”, 800 maestros del Magdalena iniciaron una marcha desde Santa Marta hasta Bogotá, para exigirle al entonces presidente, Carlos Lleras Restrepo, visibilizar y dar solución a las problemáticas sociales, económicas y educativas por las que atravesaba el gremio de educadores.

La histórica y heroica protesta la llamaron crudamente, ‘La Marcha del hambre”. De los 800 manifestaron que partieron solo 86 llegaron a la capital, 50 mujeres y 36 hombres, los otros sucumbieron por el clima y las agotadoras jornadas a pie.Lea también…

El detonante de la movilización resultó la deuda de nueve meses de salarios.

Era tan degradante y humillante la situación laboral de los docentes, que la Gobernación les pagaba con cajas de Ron Caña.

Además, las escuelas estaban en pésimas condiciones físicas, lo que repercutía en la calidad y rendimiento académico.

La educación era manejada al acomodo y para beneficio de los políticos regionales.

En la antesala de la “Marcha del hambre” hubo protestas locales como paros, movilizaciones por las calles, tomas de colegios y bloqueos en lugares estratégicos.

La movilización hacia Bogotá partió desde la Catedral Basílica de Santa Marta el 24 de septiembre de 1966, y culminó en la plaza de Bolívar de Bogotá, el 21 de octubre, 27 días después.Relato de Isbelia

Este suceso trascendió el ámbito regional y se constituyó en noticia nacional e internacional, pero –además– resultó un hito en las batallas del magisterio colombiano por la reivindicación de sus derechos.

Fue un capítulo aparte en las luchas populares de la clase trabajadora de  América Latina, y tiene a Isbelia Quinto de Fernández como una de sus principales figuras.

A sus 72 años es una de los 32 sobrevivientes de la hazaña, y con una memoria fresca contó cómo fue la experiencia.

Para iniciar rememora la inclemencia del tiempo, las carreteras destapadas, el frío, la lluvia, dormir sobre periódicos, la sed y el hambre.

Recordar todo esto me hace vibrar la sangre”, dice con la misma entereza que tuvo hace 54 años para sumarse a la gigantesca movilización.

 En su memoria guarda retratada la atrevida aventura, cuando con 20 años trabajaba en la Escuela 11 para Niñas, de Ciénaga.

“Fue un suceso tan extraordinario que ni siquiera los que participamos fuimos capaces de creer que se iba a dar en la forma en que se dio”, manifiesta.

Llegamos a pensar que en el camino nos detuvieran para decirnos: ‘Aquí está la plata, regresen que vamos a negociar’. Pero no fue así, los maestros nos quedamos esperando ese aviso”.El recorrido

Recuerda igualmente que salieron de Santa Marta, pasaron por El Rodadero, Gaira, y llegaron a Ciénaga, donde pernoctaron.

Durmieron en diferentes casas. Rafael Hernández, el vocero principal, los citó para el día siguiente a las 3:30 de la mañana.

“A esa hora salimos rumbo a Fundación. Era horrible porque la carretera estaba muy mala. Había mucho sol y para protegernos nos colocamos hojas de matarratón en la cabeza, debajo de los sombreros”, anotó.

En Fundación muchos ya no podían dar un paso más. “Los pies eran sangre y vejigas. Nos curábamos con agua caliente, algunos tiraron la toalla y se devolvieron. Quedamos como 100 personas”, precisó.

Rafael Hernández, según Isbelia Quinto, “el alma de la marcha”, les alentaba: “Nunca emprendan un camino que no vayan a terminar”.

También pregonaba: “El que está aquí caminando es porque es un verraco, el que no que se devuelva”. “En ese momento yo dije, para atrás, ni para coger impulso”, rememora la profesora.

Cuando llegaron a Arcabuco, en Boyacá, luego de pasar el Chicamocha, fue el momento más difícil y temeroso. Era una carretera de abismo de lado y lado.

Decidimos continuar el viaje por la noche, con lámparas para la niebla, tiritando del frío y tomados de la mano, haciendo una cadena”.

Manifestó que lo más hermoso fue la llegada a Bogotá en horas de la tarde, pero la víspera tuvieron una agradable e inimaginada sorpresa.

“Nos acostamos, y a eso de las 11 de la noche nos despertó el sonar de guitarras. Eran Garzón y Collazos en persona, el famoso dueto de música colombiana llegó al sitio y nos puso serenata y juntos cantamos ‘Negrita’, ‘Espumas’ y otros temas. También nos cantó la tuna de Bogotá. Eso fue emocionante y nos dio vida, pues éramos unos espíritus agotados que casi no podíamos más”, relató.

“A la mañana siguiente nos levantamos briosos. El Ejército nos abría camino porque había mucha gente. Todos nos querían abrazar, nos aplaudían”.

El grupo llegó a la Plaza de Bolívar y no podía entrar por la cantidad de gente que los esperaba.

“En un momento escuchamos a través de un megáfono una voz que decía: uno, dos y tres, y nos alzaron en hombros”.

Isbelia narra también que cuando iban a ingresar al Capitolio todos corearon el estribillo: “Por Colombia, por la educación… ¡hasta la muerte!”.Anécdotas

Los maestros sufrieron por el frío, lodo y lluvias, pero pudieron más las ganas por exigir sus derechos.

Cuentan que la profesora Carmen Charris sufrió un desmayo durante la entrevista con el presidente Carlos Lleras Restrepo y que Carmen Ariza, la profesora de mayor edad en el recorrido, al llegar a Bogotá le tocó cargar en hombros a Carmen Ariza de Leyva, quien tenía los pies ampollados.

Rebeca Hernández de Rosado, debido al cansancio extremo de jornadas largas a pie, tuvo que retirarse de la marcha el 19 de octubre, en el tramo Chocontá-Tocancipá, en medio de lluvia y  granizo.

El docente y escritor Osvaldo Manjarrés fue testigo del arranque de la ‘Marcha del Hambre’. Estudiaba en el colegio Hugo J. Bermúdez, y con otro compañero pidieron permiso al rector, Anciolino Vives, para observar la partida de los docentes. “En aquella época ya comenzaba plenamente el rechazo a un sistema educativo no propio para una juventud y sociedad que analizaba los alcances educativos en países de Europa”, indicó. Agregó que “por eso los maestros reclamaban el justo sitio que les correspondía como educadores colombianos. Ya pensaban, sin profunda ideología política, en una educación progresista y futurista, en un salario digno y en un bienestar de salud”.

Fuente: El Heraldo