La tarea de erradicar el analfabetismo en Antioquia

Ir al supermercado y no comprender las letras sobre los empaques. No saber qué bus coger, porque hasta el idioma propio es extraño cuando no se pueden reconocer las palabras escritas sobre los paraderos.

Por ejemplo, hace un año que Gloria Céspedes, habitante de Medellín, aprendió a leer y escribir. Lo hizo con el apoyo de docentes, memorizando las letras y recortando las palabras. Luego aprendió a sumar, restar y a escribir su nombre.

“Duele horrible cuando alguien le dice a uno ‘¿Firma por mí que yo no sé?’. Yo también pasé por eso”, dice y añade que la felicidad de aprender es inmensa, tanto que ya quiere firmar en todas partes.

En plena era de la Cuarta Revolución Industrial, según la Unesco, al menos 750 millones de jóvenes y adultos en el mundo son analfabetas. Septiembre es el mes de la alfabetización y, de acuerdo con la Gobernación de Antioquia, “el departamento es territorio libre de analfabetismo y tiene motivos para celebrar”.

¿Qué tan cierto es? Según la Gobernación, el índice actual en Antioquia es de 3,67 % , el más bajo del país. Durante 2016 y 2019, añade, se han alfabetizado en 98 municipios de las nueve subregiones a 121.533 personas en educación básica, con una inversión de $10.000 millones.

Sin embargo, según el Censo Nacional de Población y Vivienda 2018 del Dane, el 4,46 % de la población encuestada en Antioquia no sabía leer ni escribir. La brecha es más marcada en municipios como Murindó en donde, según el Dane, el 22,69 % de los censados eran analfabetas. O en Dabeiba o Peque, con un 19,43 % y 16,94 % de analfabetismo respectivamente.

La dificultad del subregistro

Luz Andrea Moreno, profesional de Gestión social de la Fundación Bien Humano, entidad que por ocho décadas ha liderado procesos de alfabetización regional, explicó que los censos para medir el analfabetismo tienen “información desdibujada y subregistros”.

Esto es porque “a las personas les preguntan si saben leer en los cuestionarios de las encuestas y dicen que sí, pero no hay forma de confirmarlo”. Hay quienes, añade Moreno, contestan que no son analfabetas por vergüenza.

Para la profesional de Bien Humano, alfabetizar es reivindicar un derecho y una responsabilidad del Estado, aunque sea en una edad adulta. Saber leer, explica, está íntimamente relacionado con la independencia, es decir, la libertad para hacer diligencias legales, acceder a la información y hasta dar una opinión, firmar unas escrituras o coger un bus.

“De lo más difícil es el tema de la convocatoria. Las personas tienen muchos temores: la edad, la vergüenza, no contar con el apoyo de sus familias”, concluye Moreno.

Nicolás Molina Sáenz, docente de la Universidad Pontificia Bolivariana y experto en Educación, añade que mientras el fenómeno del analfabetismo persista, se dificultará lograr los Objetivo de Desarrollo Sostenible, ODS.

“Para lograr el fin de la pobreza, el primero de los ODS, es esencial que las personas sean capaces de comprender la información para participar activamente en la dimensión social, económica y ambiental”.

Incluso, explica Molina, garantizar el trabajo decente y el crecimiento económico, implica que cada ciudadano conozca sus derechos laborales y sus deberes, para lo que es necesario que puedan leer la legislación laboral, los contratos y, cuando sea el caso, reclamar ante las autoridades.

Cifras positivas

Cecilia María Vélez, economista y exministra de Educación, apuntó que el índice de analfabetismo en Antioquia (que ronda el 4 %) sí es una cifra positiva, un valor que en el mundo se considera equivalente a un territorio libre de analfabetismo

A pesar de eso, ese analfabetismo remanente, indica Vélez, está concentrado en comunidades aisladas que para articularse al siglo XXI deben aprender a leer. Otro reto que tiene el departamento, agrega Vélez, es el analfabetismo funcional. Esto se traduce no solo en saber firmar, sino llevar más allá la comprensión de lectura, escritura y cálculo.Gloria cursa hoy, a sus 57 años, el grado sexto. Destaca, sobre todo, las buenas notas de sus exámenes, todos por encima de 4.0 y 4.5: “Eso lo llena a uno de satisfacción. Yo, que me creía inútil, ya me siento viva”.

FUENTE EL COLOMBIANO

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